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Evangelion

Un día a todo esto se lo va a cargar la chingada. ¿Llegaste a ver el final del anime Evangelion ? En la superficie todo es tranquilidad: las miradas, las sonrisas, los abrazos y las relaciones humanas. Debajo hay un mundo extraño que se esconde con la no tan amigable forma de pensamientos oscuros . Todos los tenemos, pero los negamos a diario. Y en ese lugar están todos nuestros traumas, los llantos, los gritos de desesperación y el miedo a la puta muerte que nomás no llega. Es el lado B de la bella película que, según tú, pasará frente a tus ojos antes de morir. La vida pasa como un sueño y cuando nos despertamos se convierte en pesadilla. Mejor seguir durmiendo. O eso preferimos la mayoría del tiempo. Yo desperté por primera vez a los 11 años. Me entró un pánico bien cabrón. Estaba parado en mi casa, así como si nada, pendejeando, y de repente me di cuenta de que soy un pinche saco de huesos, un armatoste que encierra una supuesta esencia. Puros nervios, cartí
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Pushing me away

Escucho el nuevo disco en Mixup . Es el segundo de mi banda favorita del momento. El primero fue impactante y cambió el rumbo de mi vida musical. Tengo casi 15 años. Mi papá me dice que me lo compra, pero quiere que conozca el contenido de lo que escucho. La condición es simple: traduce todo el primer disco, me entregas las traducciones y te doy el dinero para que te compres el nuevo . Una semana después, con mi diccionario inglés-español desgastado y un bonche de hojas llenas de garabatos y rayones a mano, paso mis borradores en limpio a la computadora. Le doy las hojas impresas a mi papá después de pelearme con la maldita impresora —todas las impresoras son un invento de Satanás—. La que más me gustó es la última, habla de una relación en la que él ha se ha esforzado por ser suficiente bueno, pero eso no salió bien y ya está cansado. Me gusta esto de ‘Esta es la última vez / que me echo la culpa / con tal de estar bien contigo’. O eso le entiendo, mis traducciones son medio chafa

Mil novecientos ochenta y ocho

—Se murió uno de mis cantantes favoritos. —Ya sé, ya estoy hasta la madre de verlo en el Facebook. Que se suicidó, ¿no? —Sí, la neta no entiendo. Todos sobrellevamos este bodrio que a veces llamamos vida, o lo disfrutamos, cuestión de cada quien, pero no llego a entender del todo por qué la gente se mata. —Ajá, osea, estás triste porque eres pobre, te cortas las venas… ¿no te das cuenta del pedo en el que vas a meter a tu familia? Si no tienen ni para comer. Otro caso: estás triste porque te dejó la muy ingrata, te pegas un balazo en la cabeza… qué pinche bonita imagen para el periódico amarillista, quizá hasta consigas la portada y eso fue lo más importante que conseguiste en tu vida. Uno más: te fuiste de tu casa, estás lejos de tu familia, no tienes a nadie, te cuelgas de la hamaca… ¿y luego? Ni que fueras Mozart para dignificar una fosa común, ni quien reclame tu cuerpo. —Bueno, tú andas bien pinche grinch . —No, güey, al contrario. Creo que sobran razones para vivir. ¿No

Preocúpate por mí en las madrugadas

Mi vida que es un laberinto de estíos con inviernos y poca primavera, de noches largas y amaneceres prontos con tres enervantes o carente de ellos. De mis dedos corre un híbrido entre prosa y blasfemia que funde en mis ojos la tinta digital; busca a su presa y la acecha, la apresa y la deja libre, no intenta matarla porque sólo espera. Sin remitente, sin destinatario surgen letras y sueños ardientes, me deslizo entre nostalgias futuras y añoro los próximos tiempos de verano. Te digo que te preocupes por mí, sería lindo saber que me esperas al otro lado del cuarto, saber que me esperas al final de los tiempos, sentir que me esperas al terminar la noche. Porque tienes rostros distantes y cercanos, eres una y a la vez eres todas las mujeres que quiero y deseo como la primera noche cuando te vi a los ojos y mis brazos te ataron. En ese momento no te hablé de mis noches que a veces son lentas y otras vertiginosas, que me encuentro en la calle o fumando un recuerd

Tum, tum...

Eran sólo un punto en el universo. Menos de un píxel en la enorme fotografía de una galaxia de cuatro brazos en la que, se presume, hay vida inteligente. Pero estaban ahí, bajo todas esas estrellas que se alcanzan a ver desde la tercera roca incandescente a partir de la enana amarilla. Y no se preocupaban por todo ese universo que rodeaba con su manto la bóveda celeste sobre sus cabezas, sino que sólo existían dos formas, en un instante fotográfico. El universo no tiene manera de detenerse, aunque los tiempos sean relativos. Pero, relativamente, el tiempo se quedó estático. Y la realidad es que hacía frío, pero no tanto como para congelar el instante. Físicamente, es imposible que el tiempo se detuviera, sobre todo porque aún se escuchaba un sonido tenue pero constante dentro de sus cajas toráxicas. Tum, tum, tum, más acelerado que de costumbre. Tum, tum, no me sueltes. Tum, tum, tum, nunca te cases con un viajero en el tiempo. Tum, tum, perdóname por lo que voy a hacer,

Armajedón

El resplandor ilumina toda la ciudad y me saca del ensueño. Una bola de fuego cruza el firmamento, de un lado hacia el otro, dejando estela.            Crees que es el fin del mundo.             Apagas el motor y te sujetas del volante. No sé qué hacer ni decir, vuelvo a cerrar los ojos y veo tu voz. Quizá es una señal, como si la estrella fugaz quisiera que pida un deseo.            Yo no necesito pedir nada, ¿qué más quiero desear si ya te deseo?                       Como el cometa, una idea fugaz cruza mi firmamento.                                 ¿Y si te lo digo?  Abro un ojo y lo giro hacia ti, que sigues conmocionada, un tanto nerviosa quizá. Finalmente, nos ponemos en marcha.            Cuando necesito hablar sinceramente, me funciona dormir el cerebro.                        De reojo observo tu pierna derecha moverse,                        alterna entre el acelerador y el freno. –¿Sabes que yo te deseo?  …y justo cuando comienzo a hablar, el cielo se ilum

Ensayo sobre mi ceguera

Alguna vez leí algo sobre un personaje cotidiano que usaba lentes, como yo. El sujeto en cuestión, columnista de alguna publicación que frecuento, hablaba sobre la imaginación que te devora al quitarte los lentes y no ver nada con claridad. Yo creo que hasta cierto punto es verdad: no alcanzas a distinguir bien tus pies, tienes que pegarte a los escaparates para leer los carteles, y los rostros de la gente no son claros, bien pudieran ser monstruos que te sonríen y tú todavía les devuelves la sonrisa amablemente. Cuando era niño quería usar gafas, me gustaba como enmarcaban mi cara. Irremediablemente, la tradición familiar dictaba que en algún momento se me desarrollaría la miopía o el astigmatismo. Luego resultó que tengo las dos, e incluso, uno de mis ojos tiene un caso extraño de hipermetropia, según me dijo mi primer optometrista. Por eso veo mejor del lado izquierdo que del derecho, por eso la mica derecha de mis lentes puede ser usada como lupa por los que si ven